Ignacio G. Magarzo. «La competitividad y la inversión en el horizonte del supermercado»
Tribuna de Opinión del Director General de ASEDAS para D/A Retail
(Por Ignacio García Magarzo)
La cadena de acontecimientos vividos por el mundo en el periodo 2020-2022 han tenido como consecuencia una de las mayores crisis inflacionistas de las últimas décadas: apenas saliendo de los cuellos de botella en las cadenas de suministro creados por el parón económico de 2020, Y con una crisis energética incipiente, una guerra en la frontera Este de la Unión Europea puso en jaque la disponibilidad de grasas y cereales –tanto para consumo humano como animal- y de otras materias primas alimentarias, además de insumos necesarios para la producción de frutas y hortalizas como los fertilizantes y pesticidas.
Este panorama mundial de incertidumbre ha tenido nuestros propios escenarios domésticos: la erupción del volcán de la isla canaria de La Palma en el otoño de 2021, la tormenta de nieve y frío que bloqueó el centro de España en enero de 2022, la huelga de transportes de ese mismo año… Decir que la cadena agroalimentaria en su conjunto, y especialmente la distribución alimentaria, ha demostrado su resiliencia ante todas estas pruebas es una evidencia. En ninguno de estos momentos, el consumidor español ha dejado de tener acceso a una alimentación completa, variada, segura, de calidad y a precios competitivos muy cerca de sus casas.
La gran preocupación de los últimos meses han sido cómo frenar el alza de precios motivada por una crisis de costes que ha tenido en la guerra de Ucrania su principal acelerador. Las empresas de la distribución alimentaria –las mismas que respondieron con eficiencia y responsabilidad a los retos de la pandemia Covid- han aplicado los mismos criterios para que los consumidores perciban lo menos posible los efectos negativos del alza de los costes de la producción agraria. La competitividad, como principal garantía que otorga al consumidor una gran capacidad de elección para realizar sus compras de alimentación, hace que la distribución haya sido y sea el gran dique de contención frente al cliente final del aumento de los costes de producción de alimentos.
La inflación se está conteniendo desde hace unos meses. Pero debemos ser conscientes de que la sombra de la incertidumbre sigue presente. La posibilidad de un freno en el consumo y unas altas facturas de energía –que impactan en el coste del suministro, el coste de los proveedores y el coste financiero- presionan gravemente la competitividad de las empresas de distribución, algunas de las cuales han presentado ya pérdidas este año.
El futuro no supone solo gestionar crisis, sino evitar que ello nos distraiga de nuestros objetivos de lograr la plena sostenibilidad medioambiental, social y económica.
Las empresas de la distribución alimentaria están llevando a cabo importantes inversiones destinadas a reducir el consumo de energía y a tener mayor capacidad para aumentar el acceso a energías renovables y son conscientes de que pueden actuar como aceleradores del cambio a una energía más limpia y más barata. Ello es imprescindible para el medioambiente, pero también para la economía y necesita, por tanto, contar con el compromiso de las empresas y de las administraciones públicas. Por parte de estas últimas es indispensable adelantar medidas para, entre otros, fomentar y facilitar la puesta en marcha de inversiones en eficiencia energética y cambio hacia energías renovables que ayuden a las empresas a realizar la transición.
Al mismo tiempo, debemos subrayar el compromiso con el consumidor desde la capacidad de elección, que garantiza que el modelo de distribución alimentaria español haya conseguido mantener los precios de la alimentación por debajo de la media europea desde hace dos décadas, incluyendo los últimos meses. Y también desde actuaciones concretas para ayudar a los más vulnerables. Medidas generales como la reducción del IVA en algunos alimentos básicos han sido muy importantes para ayudar a contener la inflación, pero también lo es identificar y acompañar a aquellos colectivos que puedan tener más problemas para afrontar una situación de precios sin precedentes como la que vivimos. En todo caso, es incoherente que, al mismo tiempo que se tomaba la decisión de reducir el IVA, entrara en vigor un impuesto, el de envases de plástico de un solo uso, que supone un nuevo incremento a los costes de alimentación.
La distribución alimentaria está comprometida con el futuro. Las empresas están haciendo lo posible para reducir todo tipo de costes y asegurar inversiones destinadas a alcanzar e incluso superar los objetivos medioambientales marcados por la legislación europea y nacional; para avanzar en la digitalización y en la innovación tecnológica; y para formar a su personal para asumir los retos de los próximos años. Hay que recordar que, según datos de EuroCommerce, el comercio europeo en su conjunto podría necesitar destinar hasta 600.000 millones de euros de aquí a 2030 para completar estas tres transiciones. Esta posibilidad de seguir invirtiendo es la clave de la capacidad del sector de competir, de ser rentable y de seguir creando empleo en el futuro. En definitiva, de seguir aportando desarrollo económico y social, como hasta ahora.