Horacio González Alemán Secretario General de FIAB

Antes de comenzar me gustaría agradecer a DA RETAIL-DISTRIBUCIÓN ACTUALIDAD el haberme invitado a cerrar el año a través de esta Tribuna de Opinión, ofreciéndome un espacio para opinar sobre la situación actual que atravesamos y contribuir, de alguna manera, a la reflexión general de los temas a tratar.

Los últimos 12 meses han sido complicados. Podría decirse que nuestro país está atravesando la coyuntura más delicada desde la transición. Pero vienen nuevos tiempos. No queda ya duda alguna de que el programa del nuevo Ejecutivo deberá implantar medidas macroeconómicas tan difíciles como inaplazables.

Entre ellas, la reforma del mercado laboral o la reactivación del sistema financiero y del crédito. Sin estas medidas será prácticamente imposible devolver la confianza a pymes y a familias, que es la base de la reactivación del consumo privado. Es el momento de sumar esfuerzos movilizando todos los activos, entre ellos, el sector alimentario, por su solidez y capacidad motora.

Por todos los lectores es sabido ya que la industria de alimentación y bebidas tiene un peso notorio en la economía nacional (7,6% del PIB y 444.000 empleos), y cuenta con solvencia y empuje, por lo que merece ser considerada en su justa medida. Sin ir más lejos, las exportaciones alimentarias españolas crecieron un 12,6% en lo que llevamos de año, lo que sitúa al sector entre los pocos con balanza comercial positiva. Y por todos es sabida la importancia del mercado exterior en una situación como la actual, en la que la internacionalización se afianza como puerta de salida de la crisis.

Pero las buenas cifras hay que mantenerlas y para ello tenemos que seguir trabajando. Ello será posible con un apoyo estratégico al sector que redunde en beneficio del conjunto. Este apoyo se resume en un decálogo de propuestas que desde FIAB ya trasladamos antes de las Elecciones a los Partidos Políticos, algunas de las cuales considero provechoso compartir con el lector.

Si la exportación es un pilar fundamental para nuestra economía, tenemos que impulsar un Plan Director para la internacionalización de los alimentos y bebidas españoles que aúne esfuerzos públicos y privados y que marque objetivos a corto, medio y largo plazo. El fomento de nuestros productos en el exterior tiene que ir de la mano de la potenciación del turismo, la gastronomía y la alimentación; no hay otra salida, y son valores naturales de nuestro país que debemos explotar de manera inteligente.

Por otra parte, la presencia en los mercados exteriores no sólo se mantiene con precio y calidad; la industria española está obligada a jugar la carta de la innovación. Indispensable apostar, en este sentido, por el diseño de un Plan Estratégico de I+D+i agroalimentario y la creación de un fondo de recursos comunitarios, nacionales y autonómicos para apoyar dicho plan, que junto con la inversión privada nos permita entrar de manera definitiva en la economía del conocimiento.

Otro aspecto importante es la eficacia y eficiencia del marco político-administrativo. La dimensión de la industria alimentaria está reclamando la creación de una Secretaría de Estado de Alimentación que tenga como misión el aprovisionamiento de materias primas, el fomento de la competitividad, el establecimiento de unas relaciones más equilibradas en la cadena agroalimentaria y la coordinación y promoción del comercio exterior, entre otros. Asimismo, desde FIAB consideramos que debe contemplarse la creación de una Comisión Interministerial de Política Alimentaria que permita articular bajo una acción común temas como la competitividad del sector, medio ambiente, salud pública, fiscalidad, o comercio.

A nivel comunitario, hay que caminar hacia un nuevo marco regulatorio que evite prácticas abusivas y desleales en las relaciones comerciales de la cadena alimentaria y que dé un nuevo enfoque al sector desde el Derecho de la Competencia, siguiendo la estela del reciente informe de la Comisión Nacional de la Competencia sobre el mercado alimentario español. También necesitamos una Política Agrícola Común fuerte que siga apoyando a los agricultores, que fomente la producción y mejora de los rendimientos, pero centrando las reformas en la competitividad de toda la cadena, no sólo en un eslabón de la misma. Esa será la única vía para poder dar respuesta al incremento de la demanda mundial de alimentos que la FAO pronostica, y participar e la cuota que nos corresponde en los mercados emergentes. Es obvio que sin agricultura fuerte no tendremos una industria fuerte.

Un tema igualmente relevante para los poderes públicos es el de la salud de los ciudadanos. Tenemos que descartar las medidas de carácter restrictivo o prohibicionista. Para ello, es imprescindible retomar el compromiso público-privado que en su día se articuló con estrategias para la mejora de la salud pública, emprendiendo acciones multisectoriales y multidisciplinares. La alimentación es valor, no sólo económico, sino social. Flaco favor le hacemos si nos olvidamos de los cuantiosos valores positivos que comporta. Toda acción debe regirse por criterios estrictamente científicos e informativos, y no políticos.

La mesa del diálogo sectorial lleva abierta mucho tiempo. Podemos seguir proponiendo las medidas que consideramos necesarias para la industria, de forma razonable, y con el mismo empeño seguiremos trabajando el próximo año, pero la gravedad de la situación exige pasar lo más pronto posible a la acción. Exige soluciones. La industria de alimentación y bebidas es una locomotora con suficiente potencial para aportar soluciones frente a la crisis. Pero para poder seguir funcionando, necesitamos una buena infraestructura sobre la que seguir creciendo. Para ello, resulta fundamental aunar esfuerzos y orientarlos en una dirección común.