50 años del código de barras
El código de barras llega a España en 1977, año en el que su incorporación se hizo con un estropajo de la empresa 3M vendido en un Mercadona.
El primer código de barras moderno se escaneó hace 50 años en un paquete de 10 chicles de una tienda de comestibles de Troy (Ohio, Estados Unidos). Un invento de la industria alimentaria que marcó el inició de una nueva era en el comercio mundial.
Aunque el mundo ha cambiado significativamente desde mediados de la década de 1970, el Código Universal de Producto (UPC), comúnmente asociado con el término “código de barras”, ha permanecido esencialmente igual. El código que se escaneó por primera vez en un paquete de chicles el 26 de junio de 1974 es prácticamente idéntico a los miles de millones de códigos de barras que se escanean diariamente en tiendas de todo el mundo.
En España, como en el resto del mundo, el código de barras ha sido clave en la automatización de sectores como la distribución, el comercio minorista y la logística. Y una herramienta fundamental para mejorar la eficiencia operativa y la experiencia del consumidor.
Hoy en día resulta inimaginable pensar que las cajas de supermercados no escaneen el código de barras de los productos, esa especie de DNI que, desde hace más de medio siglo está presente en envases, embalajes y etiquetados, tanto de los alimentos como de la ropa u otros tipos de artículos. Sus orígenes se remontan a 1948, año en el que, desde Estados Unidos, Bernard Silver y Norman Joseph Woodland, a petición de la cadena de supermercados Food Fair, se involucraron en un proyecto para que todos los productos tuvieran un cobro más rápido y se pudiera hacer un seguimiento del inventario.
Tras el fracaso del sistema de inventario de tinta fluorescente y luz ultravioleta y después de inspirarse en el código morse, Silver y Woodland lograron que aceptaran su patente el 7 de octubre de 1952, pero debido a la falta de escáneres económicos y accesibles, el código de barras perdió peso en esa época hasta que sus creadores idearon un escáner con la patente US26129994, comprada por Philco en 1962 y después vendida a RCA.
Más tarde y después del fallecimiento de Silver, Woodland contribuyó al diseño del Código Universal de Producto o UPC, el mismo que va impreso en productos o etiquetas, pero no fue hasta 1966 cuando la Asociación Nacional de Cadenas Alimentarias no elaboraría un sistema universal de etiquetado y escaneo que agilizara las colas. Por ese entonces, George Laurer y Woodman llevaron a cabo las líneas verticales añadiendo cinco variantes marcadas con distintas letras según el tipo de industria.
Primeras implementaciones y ventajas
Ya en 1974, se escanea el primer producto (un paquete de chicles) en el supermercado Marsh de Ohio (Estados Unidos) con un código de barras. Sin embargo, a España no llega hasta 1977, año en el que su incorporación se hizo con un estropajo de la empresa 3M vendido en un Mercadona.
Hasta aquí la historia de los inicios del código de barras, un sistema con el que según Aecoc, cada día se escanean 6.000 millones de códigos en todo el mundo. El código de barras, formado por 13 dígitos con una estructura estándar que se compone de un prefijo de empresa (que en el caso de España es el 84), es clave para conocer la procedencia de los productos, reduce un 60% los recursos destinados al intercambio de información entre agentes de la cadena alimentaria y un 40% el desperdicio alimentario. Además, su uso minimiza hasta un 80% los errores en catálogo.
En lo referente al canal online, el código de barras incrementa hasta un 20% los ratios de conversión y ayuda a aumentar las ventas digitales hasta un 10%. En este sentido, desde su origen hasta los puntos de venta, se ha caracterizado por permitir la creación de cadenas de suministro más seguras y transparentes, así como facilitar la toma de decisiones de compra con más información al contener la historia detrás de cada producto (de dónde viene, si es orgánico o no, cómo debe reciclarse o cuál es su huella de carbono).
Su incursión en España
En España el código de barras no comenzó a utilizarse de manera más generalizada hasta los años 80, tras ver las ventajas que ofrecía para agilizar el proceso de las ventas y optimizar la gestión del inventario. En 1984, se estableció la primera red de estandarización de códigos de barras. Por ese entonces ya estaba integrado en las grandes cadenas como El Corte Inglés, Carrefour y Mercadona, hecho que marcó una transformación en el comercio español. No obstante, su expansión en España no llegó hasta la década de los 90 con los escáneres de mano y la estandarización en supermercados, tiendas de ropa, farmacia, así como cualquier comercio que quisiera agilizar la gestión de inventarios y el control de sus ventas.
Ya en los inicios del siglo XXI, el código QR (Quick Response) comenzó a ganar popularidad, especialmente en aplicaciones móviles y plataformas de pago, ampliando así el uso del código de barras más allá de su función tradicional en las tiendas físicas. A nivel empresarial, muchas compañías españolas implementaron sistemas avanzados de gestión de inventarios basados en códigos de barras, lo que permitió un control más preciso y en tiempo real de las existencias. El sistema de trazabilidad, especialmente en sectores como la alimentación y la farmacéutica, se benefició enormemente de esta tecnología, ya que facilitaba el seguimiento de productos desde la fabricación hasta el punto de venta.
La revolución tecnológica de 2010 a 2020
En la década de 2010, el uso de los códigos de barras en España experimentó un crecimiento exponencial, impulsado por la expansión de los smartphones y la mejora de la conectividad. El código QR, ya presente en algunos sectores, se convirtió en una herramienta clave en el mundo digital, permitiendo realizar pagos móviles, acceder a información adicional sobre productos y hasta realizar compras a través de aplicaciones móviles.
Además, las empresas españolas comenzaron a integrar tecnologías más avanzadas, como la radiofrecuencia (RFID), en combinación con los códigos de barras, para mejorar la trazabilidad de los productos. Esta tecnología permitió una gestión de inventarios aún más eficiente, con la posibilidad de realizar lecturas automáticas sin la necesidad de contacto físico directo con el producto.
En el comercio electrónico, los códigos de barras siguen siendo esenciales para la gestión de envíos, devoluciones y la identificación de productos. En la distribución logística, empresas como Correos y los grandes operadores de paquetería utilizan códigos de barras y QR para optimizar la logística de envíos y garantizar la precisión en las entregas.
La actualidad del código de barras
En España, muchos comercios y empresas adoptaron soluciones de código QR para ofrecer menús sin contacto en restaurantes, para mejorar las experiencias de pago sin efectivo, e incluso para acceder a productos en tiendas sin necesidad de interacción física. Las empresas españolas están apostando por soluciones basadas en la inteligencia artificial para analizar los datos que generan los códigos de barras, lo que permite obtener información valiosa sobre el comportamiento del consumidor y optimizar el stock de productos.
Sin embargo, el código de barras continúa siendo una herramienta fundamental en la identificación de productos y la optimización de procesos logísticos, especialmente en entornos minoristas y de distribución. Su futuro en España probablemente esté vinculado a soluciones más integradas, donde se combine con tecnologías de automatización y análisis de datos para ofrecer una experiencia más personalizada y eficiente tanto para las empresas como para los consumidores.
Finalmente, su evolución a lo largo de estas cinco décadas ha demostrado que el código de barras sigue mostrando su valor como un sistema accesible, económico y eficaz para la gestión de productos y servicios sin desligarse de las nuevas tecnologías, esas que marcarán la pauta de cómo compramos, vendemos y gestionamos el mundo que nos rodea.
Artículo de Patricia Fernández, incluido en el especial 50 Aniversario de la revista D/A Retail.